El 17 de febrero se cumplieron 100 años de un hecho histórico protagonizado por las llamadas “putas de San Julián”, que se negaron a prestar sus servicios a los soldados que volvían de reprimir y masacrar a los trabajadores protagonistas de las huelgas patagónicas de 1920 y 1921.
El querido historiador Osvaldo Bayer cuenta en su libro ‘Los vengadores de la Patagonia trágica’ este hecho de rebelión contra los asesinos, que caracterizó como una “inesperada derrota a los vencedores”.
El 17 de febrero de 1922, luego de las masacres obreras, regresaban a Puerto San Julián los soldados del Regimiento 10° de Caballería del Ejército Argentino al mando del Coronel Héctor Varela. Dejaban a su paso más de 1.500 peones fusilados enterrados en fosas comunes, y otros tantos detenidos y desaparecidos. Dispuestos a relajarse y “celebrar” su tarea, varios de ellos se dirigieron al prostíbulo “La Catalana”, que regenteaba Paulina Rovira.
Ese día, Consuelo García, Ángela Fortunato, Amalia Rodríguez, María Juliache y Maud Foster se encontraban en el establecimiento, y al ver llegar a los soldados a su puerta se dedicaron a increparlos, y gritando que nunca se acostarían con asesinos de obreros, los echaron a palazos y escobazos. Osvaldo Bayer dice que estas mujeres, cuyos nombres se conocen por figurar en el expediente policial posterior, fueron “los únicos seres que tuvieron la valentía de calificar de asesinos a los autores de la matanza de obreros más sangrienta de nuestra historia”.
Por supuesto que los oficiales no tolerarían esa humillación, y las trabajadoras sexuales fueron reprimidas, golpeadas y detenidas. En la comisaría les quitaron sus libretas sanitarias, que les permitían trabajar. No se animaron a matarlas. Todas tuvieron que abandonar la provincia poco después.
A un siglo de esta acción de dignidad y rebeldía, recordamos a las putas de San Julián con un fragmento de “Los Vengadores de la Patagonia Trágica” de Bayer:
“Jamás creció una flor en las tumbas masivas de los fusilados; sólo piedra, mata negra y el eterno viento patagónico. Están tapados por el silencio de todos, por el miedo de todos. Sólo encontramos esta flor, este gesto, esta reacción de las pupilas del prostíbulo ‘La Catalana’, el 17 de febrero de 1922. El único homenaje a tantos obreros fusilados.”