“Dejaron vencer la leche para los pibes y las pibas! No tienen perdón”, la frase circula en los barrios.
Nos negamos a acostumbrarnos, y no perdonamos la felonía de un chico, de un anciano, con hambre. No perdonamos las más de 50 muertes porque el gobierno no entregó los medicamentos. Tampoco perdonamos las muertes de la pobreza: ya hay un fallecido por frío en situación de calle, en pleno barrio de Palermo.
Asistimos a discursos que estigmatizan a los más pobres y vulnerables. Lo vemos cotidianamente, en los colectivos de personas con discapacidad, "culpables" de contar con una oblea para estacionar, los pocos que poseen vehículo propio, o, en el caso de la mayoría, "culpables" de cobrar una magra pensión, puesta bajo sospecha.
Se pone el foco en los alimentos que Sandra Petovello, Ministra de Capital Inhumano, dejó pudrirse, pero quiero resaltar un hecho paralelo a ese, para que no pase entre la hojarasca de las iniquidades.
El 13/05, por la denuncia de Patricia Bullrich, se allanaron 27 comedores que sostienen organizaciones sociales y políticas. Por orden de un juez, en aplicación de un Protocolo inconstitucional, ejerciendo una fuerza excesiva en presencia de chicos y chicas que estaban comiendo, allanaron comedores que ofrecen, tal vez, la única comida caliente a familias que engrosan el 55% de pobres y el 18% de indigentes, según la UCA.
A esto, se suman las denuncias infundadas sobre los comedores populares, por parte de Petovello, quien aún debe justificar los asesores de su ministerio, que paga la OEI.
“El Hambre es un crimen, ni un pibe menos por hambre”, decía Alberto Morlachetti, impulsor del Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo y de las Marchas Nacionales movilizadas en los ´90, para denunciar la desnutrición de las infancias.
Hacia 2015, Cristina Kirchner recibió una distinción de la FAO, en reconocimiento a las políticas públicas de la Argentina que redujeron la desnutrición a sus niveles más bajos en 25 años. En 2015 el índice de pobreza estaba por debajo del 5%, y la indigencia en 1,27%.
El hambre es un crimen. No nos resignamos, ni perdonamos, al que hace padecer hambre a nuestros pibes y nuestras pibas.
Somos el pueblo que guarda la memoria de los 30 MIL. El Pueblo que honra a Norita, a Hebe, a las Madres y Abuelas, y atesora las palabras de Néstor, de Perón, de Evita. Esa memoria colectiva no puede borrarla Internet, y si por un momento, algunos pudieron confundirse o adormecerse, si unos traidores y vende patrias hacen su agosto en tiempos de obscuridad, debemos recordar que somos el pueblo que aprendió en la lucha, que con unidad y organización, es invencible.
Con ese escudo y aquellas tradiciones, nuestros jóvenes sabrán dar nuevas peleas, y obtendrán nuevas conquistas, para alcanzar una sociedad mas Justa en lo social, Económicamente libre, y Políticamente soberana.
A los mayores, nos toca acompañarlos para también cumplir nuestra tarea. Solo el pueblo, salva al pueblo.