La confitería El Molino, en su esplendor, fue el punto de encuentro de lo mas granado de la sociedad porteña, escritores, políticos, aristócratas, damas elegantes, artistas, empresarios y aventureros tomaban café y decisiones que determinaron la historia del país. Fueron famosas sus tortas y merengues. Allí nació el postre Imperial Ruso, en honor a los zar depuesto por la revolución bolchevique, y el postre Leguisamo, por pedido de Gardel, en honor al jockey.